Vivimos un momento de agobio y de crisis de sentido que es parte de una crisis de paradigma, que también considera la cuarta revolución industrial (con el 5G al centro), la emergencia climática y los nuevos valores generacionales. Estamos en la previa de la era de la conciencia, donde se trata de hacer negocios por un propósito, por una inspiración superior enfocada en el bien común, donde los beneficios económicos sean una resultante y ya no más un objetivo en sí mismo. El llamado que hacemos es que los empresarios podemos y debemos ser protagonistas en la construcción de una sociedad más sustentable, donde lo que hacemos ya no da lo mismo, somos parte.
Nuestra vocación es inspirar a los dueños de empresas para que no se consideren a sí mismos sólo como unos productores de bienes y servicios interesados en obtener beneficios económicos, sino que -con el ingenio que les caracteriza, con el acceso a recursos que poseen y con su capacidad de gestión- desarrollen actividades empresariales que contribuyan a generar un impacto positivo en la sociedad.
Empresas conscientes
Este enfoque de negocios éticos o de empresas conscientes es una tendencia que se está imponiendo a nivel mundial. Se ha comprobado que las organizaciones que lo practican no solo son un aporte a la sociedad, sino que además obtienen mejores resultados. Y por ello, unas más que otras, van tomando conciencia que su foco ya no puede estar solamente en producir utilidades para sus dueños, sino que ahora deben generar valor para todos los involucrados: accionistas, colaboradores, proveedores, comunidades, clientes, estado, sociedad y medio ambiente.
Si una empresa paga remuneraciones justas a sus colaboradores en vez de explotarlos, si negocia condiciones adecuadas con sus proveedores en vez de exprimirlos, si entrega productos basados en necesidades a sus consumidores, y es consciente del impacto en su entorno previniendo externalidades, será lógico que toda la cadena de personas relacionada con la empresa tendrá una mejor disposición favoreciendo el cumplimiento, la productividad y las ventas, lo que a la larga redundará en mayores utilidades.
Y atención que no hablamos de caridad, ni de RSE, no se trata de que las empresas regalen cosas, sino que se esfuercen por entregar de manera legítima lo que el público espera.
La ventana o el espejo
La reflexión que hacemos es si uno al final es victima o protagonista de la historia, y mucho en ello depende del ego. Para que exista conciencia hay que controlar el ego, dado que son inversamente proporcionales: mientras más ego, menos conciencia, porque estás centrado en ti. Trabajar el ego es relevante al momento de preguntarse qué debo hacer frente a la sensación de agobio o a la baja en las ventas y en los ingresos. Porque ante un problema, cuando el ego manda se usa el espejo sólo para felicitarse, y mirando por la ventana como diciendo “¿qué les pasó a ustedes allá afuera?”. Ante la dificultad, el hombre tradicionalmente mira por la ventana.
La reflexión que hacemos es que al entrar a la era de la conciencia hay que invertir estas acciones, y para eso debemos estar dispuestos a mirar por la ventana para encontrar en qué puedo aportar yo. Este punto es lo que puede determinar el futuro, tanto a nivel personal como organizacional y de la sociedad. El modelo, ahora de valor, tomará relevancia para que los empresarios conscientes salgan adelante frente a contingencias como la pandemia o la emergencia climática, porque la conciencia es una condición que las nuevas generaciones están levantando como un valor.
Podemos ser protagonistas, sin temerle al futuro, a los cambios, o al espejo.